Cosas que quizá no sabías de Dickens

Hablar de Dickens es conjurar la presencia de algunos de los personajes más icónicos de la literatura universal. Por ejemplo, Oliver Twist, el avaro Ebenezer Scrooge o David Copperfield, el alter ego del escritor, ya que en este libro describe sus propias experiencias vitales. También es hablar de literatura social, porque Charles Dickens es el autor de la denuncia social por excelencia. Sus historias, la mayoría durísimas, reflejan las terribles condiciones de la población en la sociedad victoriana en la que le tocó vivir. Estas dos facetas, la creación de personajes inmortales y su condición de creador de la literatura social, son dos cosas bien conocidas de este maravilloso autor clásico. En este breve artículo intentaré contar otros hechos menos conocidos de Charles Dickens y su obra. Vamos allá.

Sus libros fueron bestsellers en su época. Oliver Twist tuvo un éxito tan grande que todo el mundo lo leía y hablaba de él. Empezando por la mismísima Reina Victoria, que animó a leerlo al que entonces era su primer ministro, Lord Melbourne. La novela se publicó por entregas y antes de que éstas llegaran a su fin, ya existían diez adaptaciones de la historia en los teatros de Londres. Desde entonces ha sido llevada al cine y teatro en innumerables adaptaciones, diecinueve de ellas en la era del cine mudo. También David Copperfield alcanzó al poco de publicarse los 100.000 ejemplares y Los papeles póstumos del Club Pickwick fue otro de los libros que contribuyó a hacerle mundialmente famoso mientras estaba vivo.

Dickens utilizaba en la escritura técnicas cinemáticas como por ejemplo, el fundido, en la que una imagen se va disolviendo para pasar a otra, mediante la descripción en el texto de una progresión de imágenes, ritmos y sonidos. El director de cine Sergei Eisenstein en su libro Dickens, Griffith y el cine en la actualidad analizó en detalle Oliver Twist para mostrar la forma en que el autor manejaba estas técnicas.

Defendió ardientemente los derechos de autor en el ámbito internacional. En sus viajes a Estados Unidos, país que por aquel entonces únicamente reconocía derechos de autor a sus propios nacionales, Dickens abogó por el establecimiento de acuerdos que respetaran dichos derechos a nivel internacional, ya que allí se pirateaban con frecuencia sus historias sin que recibiera ingresos por ello.

Fue una figura pública muy popular y un gran orador. No sólo sus libros fueron famosos, también el propio autor se convirtió en una celebridad y de hecho, fue el orador más solicitado de su época. Tanta fue su fama que en 1842, con sólo treinta años y siendo ya mundialmente conocido gracias a Oliver Twist y Los Papeles Póstumos del Club Pickwick, la ciudad de Nueva York celebró un baile en su honor, que constituyó uno de los más grandes eventos que se habían visto nunca en la ciudad.

Publicaba sus novelas por entregas. Esto era frecuente en su época y otros escritores que forman parte de la literatura universal también escribieron grandes clásicos en este formato. Es el caso de Oscar Wilde o Arthur Conan Doyle, por ejemplo. Dickens publicó muchas de sus entregas en revistas fundadas por él mismo, como All the Year Round, donde publicó Historia de dos ciudades y Grandes esperanzas. Otros grandes clásicos, como La dama de blanco de su amigo Wilkie Collins, también se publicaron en esta revista.

Era un paseante compulsivo y un conocedor en profundidad de la ciudad de Londres. Además era un paseante nocturno; hay fuentes que indican que recorría entre quince y veinte kilómetros todas las noches. Tanto paseo nocturno le llevó a conocer cada rincón de la ciudad en que residía, Londres y posteriormente París, donde también residió. No es casualidad que se le considere el primer autor que convirtió a la propia ciudad en protagonista de su obra, como ocurre en Historia de dos ciudades.

Dickens era el maestro de la contradicción. En sus textos, sabía reconciliar opuestos de manera brillante, por ejemplo en las descripciones de sus personajes, que nunca son del todo ni héroes ni villanos. Si hay algo que lo muestra de manera flamante es el famoso primer párrafo de Historia de dos ciudades: «Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.» Uno de los mejores comienzos de la historia de la literatura y sin duda mi preferido: «It was the best of times, it was the worst of times…«

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